Las fiestas de
navidad y reyes suelen ser un momento complicado para los/as hijos/as
de un/a revolucionario/a, marxista, comunista, trostkista,
psicobolche, ateo/a, todo eso junto o en diferentes combinaciones. Y
para el padre/madre MCTPA, claro. ¿Le contamos la verdad al niño y
develamos el secreto para que no viva en un engaño promovido por la
Coca Cola? ¿Nos sumamos al proceso de alienación y consumismo
capitalista? ¿Le decimos que tienen que ser positivistas y dejar de
creer en esas cosas? Difícil.
Los dos últimos libros
que leí fueron “Un comunista en calzoncillos” de Claudia Piñeiro
(Alfaguara) y “Una muchacha muy bella” de Julián López (Eterna
Cadencia) entre los que encontré muchas coincidencias además del
artículo indeterminado con el que dan comienzo al título. Una de
esas coincidencias fue lo mal que la pasaban de niños cuando
llegaban esas fechas. Es cierto, en ambos libros se mezcla ficción
con autobiografía pero estoy seguro que en esa parte están haciendo
catarsis por lo que sufrieron en la infancia. Veamos.
López dice lo siguiente
respecto a la Navidad:
“Nuestro arbolito era
bastante ralo y en vez de borlas y guirnaldas tenía adornos
caseros, dibujos míos recortados y muñequitos tejidos que mi madre
había comprado en una casa de artículos regionales. Faltaba muy
poco para la Nochebuena y esa era toda la referencia que íbamos a
tener, yo ya no insistía en la necesidad de afirmar la verdad
histórica, para evitarme el discurso de un mundo lleno de niños
hambrientos y de que el festejo era estar juntos y que, en realidad,
las razones de esa Natividad dos veces milenarias eran la mentira más
escandalosa de Occidente. ¿Qué puede haber de malo en juntarse a
comer pollo, abrir regalos y pensar, por un momento, que es posible
la llegada del reino?, pensaba yo, en un silencio que me preservaba
de la ira discursiva de la jefa del hogar”.
Y Piñeiro cuenta esta
anécdota sobre Reyes (en otro párrafo aborda el tema Navidad).
“Cualquier mierda
siempre será mejor que pasar hambre”, era la frase preferida de mi
abuelo, que para un día de Reyes en que mi padre dejó los zapatos
en la ventana a pesar de que él le dijo que no lo hiciera, le puso
un pan duro en lugar de regalos y dijo “Es lo que traen los Reyes
a gente como nosotros”
No me cabe duda, estos
escritores, al igual que muchos otros niños y niñas, sufrieron
mucho en su infancia cuando llegaban las fiestas pero no llegaba el
regalo o la familia se metía en una interminable discusión sobre el
significado de las fiestas, la Coca Cola, el capitalismo y los curas.
De eso sólo pueden salir pibes enojados, de derecha por oposición o
escritores.
Yo tuve una infancia
católica, apostólica, romana y peronista por lo menos hasta el 76.
Creí en Papá Noel y Los Reyes hasta los 5 años más o menos, fui
feliz y eso no impidió mi camino al marxismo leninismo (?). Ahora
odio el “espíritu navideño” pero creo que está bien
mantenerles la ilusión a los pibes y sobre todo que tengan regalos.
Simón estaba tan contento con el desorden que habían dejado los
camellos que hasta se olvidó de los regalos. Ya tendrán tiempo para
saber la verdad. Eso si, se los avisaría (si no se dieron cuenta)
cuando entren a la primaria, tampoco que sean los más nabos de la
clase.
Pascual
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